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ASÍ COMO ELÍAS

  • Andrés Gallardo
  • 12 ago
  • 4 Min. de lectura

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Cuando comenzamos el camino de conocer al Señor, es común pensar que todo lo que leemos en su palabra son relatos de personas extraordinarias, que sirvieron al reino con una valentía y firmeza inquebrantables, aparentemente libres de problemas o limitaciones. Esta idea no representa una norma entre los héroes de la fe, sino más bien una excepción. Si consideramos lo que dice el evangelio según Marcos: “Cuando Jesús los oyó, les dijo: La gente sana no necesita médico; los enfermos sí. No he venido a llamar a los que se creen justos, sino a los que saben que son pecadores' (Marcos 2:17, NTV), comprendemos que el Señor no llama a personas ideales, sino a quienes reconocen su necesidad de Él en cada área y momento de su vida.


El Señor no busca personas perfectas, sino corazones sinceros que reconozcan su necesidad de Él, especialmente en medio de la fragilidad emocional y mental.

Aunque el pasaje en Marcos se refiere específicamente al pecado, también podemos establecer un paralelo con las emociones y la salud mental. Si nos colocamos en la posición de los fariseos, podríamos caer en la tentación de pensar que una persona que sirve al Señor debería estar libre de padecer depresión u otras enfermedades emocionales o mentales. Frases como “debes creer más en el Señor”, “te falta fe”, o “se nota que no tienes comunión” reflejan una visión distorsionada y poco compasiva, que se aleja del corazón de Dios. El Señor no busca personas perfectas, sino corazones sinceros que reconozcan su necesidad de Él, especialmente en medio de la fragilidad emocional y mental. Su llamado es para quienes están quebrantados, no para quienes aparentan estar completos.

 

Tras esto, Elías ordenó matar a todos los profetas de Baal, lo que ocasionó la ira de la reina Jezabel, provocando el miedo en Elías quien escapó al desierto, deseando su propia muerte (para más detalles lea 1 Reyes 18 desde el versículo 16, hasta el capítulo 19:18)


Este mismo principio se refleja en la vida del profeta Elías, quien, a pesar de haber servido a Dios con gran poder, atravesó un momento de profunda depresión.


El pueblo de Israel se había apartado del Señor, adorando al ídolo Baal. En respuesta, Elías desafió a los profetas de Baal a invocar fuego del cielo para consumir su sacrificio. Ellos no lograron hacerlo, pero Elías, confiando en el Señor todopoderoso, oró y el fuego descendió, consumiendo por completo el sacrificio, incluso cuando el altar estaba empapado en agua. Tras esta demostración del poder divino, Elías ordenó la ejecución de los profetas de Baal, lo que provocó la furia de la reina Jezabel. Temiendo por su vida, Elías huyó al desierto, donde, abrumado por el miedo y el agotamiento, deseó morir.


En lugar de exigirle fortaleza, el Señor lo restaura con paciencia y amor, recordándonos que su gracia alcanza incluso en los momentos más oscuros del alma.

 

Este episodio, narrado en 1 Reyes 18:16 al 19:18, nos muestra que incluso los siervos más fieles pueden atravesar momentos de profunda angustia emocional. Elías, después de una gran victoria espiritual, cae en una crisis de desesperación y deseo de morir. Sin embargo, lo más conmovedor de este relato es la ternura de Dios: Él no reprende a Elías por su debilidad, sino que lo cuida, lo alimenta y le habla con una voz suave. En lugar de exigirle fortaleza, el Señor lo restaura con paciencia y amor, recordándonos que su gracia alcanza incluso en los momentos más oscuros del alma.

 

En situaciones como la que vivió Elías, es común que quienes se sienten “sanos” emitan juicios o críticas, como si el sufrimiento emocional fuera señal de falta de fe. Pero Dios no actúa así. Él no condena, sino que acompaña. Como dice el salmo: “Aun cuando yo pase por el valle más oscuro, no temeré, porque tú estás a mi lado. Tu vara y tu cayado me protegen y me confortan” (Salmos 23:4, NTV).


La historia de Elías nos ofrece una guía valiosa para acompañar a quienes están atrapados en sus emociones, o para quienes atraviesan personalmente ese “valle de sombras”:


A) Descansa y aliméntate (1 Reyes 19:5-8)

Dios no exige acción inmediata; primero provee descanso y alimento. El cuidado físico es parte de la restauración.

 

B) Conversa con el Señor (1 Reyes 19:9-10; Jeremías 33:3)

Elías expresa su dolor y frustración. Dios invita al diálogo sincero, sin juicios, como un Padre que escucha.

 

C) Enfócate en el Dios todopoderoso (1 Reyes 19:11-12)

Dios se revela no en el ruido, sino en el susurro. En medio del caos, Él nos llama a reenfocar nuestra mirada en su presencia.

 

D) Acepta el consuelo del Señor (1 Reyes 19:12-13a)

El consuelo divino no siempre viene con respuestas inmediatas, sino con una presencia que sana y fortalece.

 

E) Continúa con la obra de Dios (1 Reyes 19:15-16)

Dios reafirma el propósito de Elías. Aun en medio de la fragilidad, seguimos siendo valiosos y llamados a servir.

 

F) No estás solo (1 Reyes 19:18-19)

Dios le revela a Elías que hay otros. El aislamiento emocional puede hacernos sentir únicos en el dolor, pero no estamos solos.

 

Si estás atravesando una prisión emocional, no dudes en acercarte a Dios. Él te ama por sobre todas las cosas y está dispuesto a liberarte de toda expectativa que limite tu libertad emocional. Lo más maravilloso es que puedes estar con Él todos los días.


El Señor desea que tu corazón se llene por completo de amor, verdad y libertad. Y Él mismo dispondrá todo lo necesario para que salgas de esa prisión interior. No estás solo: su presencia constante, su ternura y su poder restaurador están contigo, incluso en los momentos más oscuros.


¡El Señor te bendice en todo momento!

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