El Dios sobrenatural y la espera del corazón
- Mildred Iriarte

- 2 sept
- 3 Min. de lectura

Hablar de la sobrenaturalidad de Dios es hablar de un Padre que trasciende lo humano, que se mueve más allá de lo que la razón alcanza y que tiene el poder de cambiar cualquier circunstancia. Pero también, es hablar de un Dios que toca lo más profundo del corazón, de nuestras emociones y de nuestras esperas.
El corazón late con anhelo cuando clamamos por un milagro, cuando nuestra alma suspira por esa respuesta que tanto necesitamos
Esperar en Dios no es fácil. El corazón late con anhelo cuando clamamos por un milagro, cuando nuestra alma suspira por esa respuesta que tanto necesitamos. Las emociones nos traicionan: la ansiedad, el miedo, la duda y hasta la desesperanza golpean fuerte. Sin embargo, es precisamente ahí, en ese terreno vulnerable de la espera, donde el Dios sobrenatural se revela de manera más íntima.
Porque lo sobrenatural de Dios no siempre es lo que yo espero, pero siempre es lo que necesito. Él no solo abre mares y resucita muertos, también sostiene corazones frágiles y da paz en medio del dolor. La grandeza de su poder no está limitada al milagro visible, sino que se manifiesta también en lo invisible: en la fe fortalecida, en la esperanza renovada, en el amor que sostiene cuando las fuerzas humanas se agotan.
Porque lo sobrenatural de Dios no siempre es lo que yo espero, pero siempre es lo que necesito
He aprendido que los tiempos de Dios son perfectos. Y esa verdad me confronta, porque mi corazón quiere respuestas inmediatas, pero el corazón de Dios me enseña a confiar. Su sobrenaturalidad está en que sabe exactamente cuándo y cómo actuar, aunque mi mente no lo entienda. Y si la respuesta no llega como yo esperaba, si el milagro que pedí no se manifiesta de la forma que imaginaba, es vital recordar que, Dios sigue siendo Dios, incluso, cuando me cuesta entenderle.
Él no deja de ser sobrenatural porque mi milagro tarde, ni deja de ser fiel porque mis lágrimas caigan. Su poder y su amor son eternos, y mi corazón encuentra descanso cuando entiendo que su voluntad es buena, agradable y perfecta.
Así, la espera en Dios deja de ser un castigo y se convierte en un espacio de transformación. Mis emociones se alinean con su paz, mi corazón aprende a confiar más en Él que en el resultado, y mi fe se arraiga no en lo que veo, sino en lo que Él es.
Porque lo más sobrenatural que me ha ocurrido no es solo recibir milagros, sino aprender que, en cada proceso, con o sin milagro, Dios siempre es suficiente.
La sobrenaturalidad de Dios no depende de mis expectativas, sino de su amor perfecto y eterno
Piensa en este versículo: “El Señor cumplirá en mí su propósito. Tu gran amor, Señor, perdura para siempre...” (Salmo 138:8, Nueva Versión Internacional). La sobrenaturalidad de Dios no depende de mis expectativas, sino de su amor perfecto y eterno. Aunque mi corazón anhele un milagro, el mayor milagro es aprender a confiar en que los tiempos de Dios son perfectos. Y aun cuando la respuesta no llegue como imagino, puedo descansar en que Dios sigue siendo Dios: fiel, poderoso y suficiente para sostenerme en cada proceso.
Piensa en estas preguntas por un momento y trata de darles respuestas.
1. ¿Qué emociones me dominan cuando estoy esperando una respuesta de Dios?
2. ¿He confiado más en el milagro que en el Dios de los milagros?
3. ¿Qué cambios en mi fe y en mi corazón he experimentado en las temporadas de espera?
4. ¿Estoy dispuesto(a) a aceptar la voluntad de Dios, incluso si es distinta a lo que yo anhelo?
A ti, que esperas con fervor un milagro, quiero animarte a seguir confiando. Tal vez la respuesta no llegue de la manera en que lo anhelas y no te hablo desde una postura conformista ni derrotista, sino desde la fe en el Dios que no solo hace milagros, sino que es el mismo ayer, hoy y siempre. Él está contigo, aun en la espera, aun en el silencio, aun en el proceso. Y aunque no veas lo que tanto deseas, nunca olvides esta verdad: Dios sigue siendo Dios, y su amor por ti permanece para siempre.
Bendigo tu vida.






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