Dios es nuestra fuente: libertad financiera en Cristo
- Soledad Serrano
- 23 jul
- 3 Min. de lectura

En muchos aspectos de la vida cristiana, hablamos de libertad: libertad del pecado, de la culpa, del pasado. Pero hay un área donde muchas veces seguimos siendo esclavos sin darnos cuenta: las finanzas. ¿Es posible vivir una verdadera libertad financiera bajo los principios de Dios? La respuesta es sí. Y comienza con una verdad fundamental: Dios nos hace libres, incluso en lo económico.
Hoy más que nunca, en un mundo económicamente incierto, donde los precios suben, los empleos no son estables y la inflación golpea a las familias, necesitamos recordar quién es nuestra verdadera fuente. Nuestro sustento no viene del sistema económico, sino de un Dios soberano.
En muchos aspectos de la vida cristiana, hablamos de libertad: libertad del pecado, de la culpa, del pasado. Pero hay un área donde muchas veces seguimos siendo esclavos sin darnos cuenta: las finanzas
Dios nos hace libres incluso en las finanzas.
Jesús no vino solo a salvar nuestra alma, también vino a transformar nuestra manera de vivir. Esto incluye cómo manejamos el dinero. Muchos vivimos atados a deudas, temores y ansiedades por el futuro financiero. Pero cuando entendemos que nuestra provisión viene de Dios, no del trabajo en sí ni de lo que poseemos, comenzamos a experimentar una verdadera paz.
Dios no está en contra del dinero, pero sí de que el dinero nos gobierne. Él desea que seamos libres para usar nuestras finanzas con sabiduría, generosidad y propósito eterno.
“Así que, si el Hijo los libera, serán verdaderamente libres” (Juan 8:36 NVI).
Dios no está en contra del dinero, pero sí de que el dinero nos gobierne
Ser libres financieramente implica ser libres espiritualmente.
La libertad financiera en Cristo va más allá de no tener deudas o vivir sin preocupaciones económicas. Implica una libertad del alma, donde el dinero ya no gobierna nuestro corazón, donde no vivimos para acumular, sino para agradar a Dios.
Cuando somos libres espiritualmente, no dependemos de las riquezas para sentirnos seguros. Descansamos en la fidelidad de Dios. Esa libertad interior nos permite dar sin temor, vivir con contentamiento y confiar en cada temporada.
»Ningún esclavo puede trabajar al mismo tiempo para dos amos, porque siempre obedecerá o amará a uno más que al otro. Del mismo modo, tampoco ustedes pueden servir al mismo tiempo a Dios y a las riquezas." (Mateo 6:24 TLA)
Cuando somos libres espiritualmente, no dependemos de las riquezas para sentirnos seguros
Madurez espiritual y financiera.
La libertad financiera no se logra solo con buenos consejos económicos, sino con madurez espiritual. Es en nuestra comunión con Dios donde aprendemos a confiar, a administrar y a sembrar. El cristiano maduro no acumula por miedo, sino que administra con fe y da con generosidad.
La madurez espiritual nos enseña a vivir contentos en la escasez y agradecidos en la abundancia. No es que no trabajemos o no planifiquemos, sino que reconocemos a Dios como la fuente de todo. “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Filipenses 4:11 RVR1960).
La madurez espiritual nos enseña a vivir contentos en la escasez y agradecidos en la abundancia
Dios es dueño de todo.
Una verdad central en la vida cristiana es que Dios es dueño de todo. Nada de lo que tenemos nos pertenece realmente. Somos administradores, no propietarios.
“Mía es la plata y mío es el oro, dice el Señor de los ejércitos” (Hageo 2:8 RVR1960).
Este principio nos libera de la ansiedad por “perder” lo que creemos nuestro y nos motiva a usar todo lo que tenemos para la gloria de Dios. Cuando vivimos con esta conciencia, nuestras decisiones financieras cambian: gastamos con propósito, damos con alegría y ahorramos con sabiduría.
Este principio nos libera de la ansiedad por “perder” lo que creemos nuestro y nos motiva a usar todo lo que tenemos para la gloria de Dios.
Desde niños nos enseñaron: si no trabajamos, no tenemos nada.
Desde pequeños escuchamos frases como: “Si no trabajas, no comes” o “Tienes que ganarte todo con esfuerzo”. Si bien hay verdad en el valor del trabajo, el problema está cuando quitamos a Dios del centro. Pensamos que todo depende de nosotros y olvidamos que el trabajo es solo un canal, no la fuente.
Dios usa nuestro esfuerzo, pero es Él quien abre puertas, da salud, sabiduría y oportunidades. Nuestra seguridad no debe estar en el sueldo, sino en el Proveedor.
La verdadera libertad financiera no significa tener millones en el banco, sino vivir sin temor al futuro, sabiendo que Dios cuida de nosotros. Significa poder dar con gozo, administrar con sabiduría y vivir con propósito.
La verdadera libertad financiera no significa tener millones en el banco, sino vivir sin temor al futuro, sabiendo que Dios cuida de nosotros






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