La luz de Jesús: necesaria para vivir
- Soledad Serrano
- 29 jun
- 3 Min. de lectura

Una de las afirmaciones más profundas por la que hemos conocido a Jesús es: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12). Esta frase, aunque breve, encierra una profundidad espiritual inmensa y una promesa transformadora para quienes deciden seguir a Cristo. Pero ¿qué significa realmente para los cristianos cuando Jesús dice que Él es la luz del mundo?
En la Biblia, la “luz” representa la verdad, la santidad, la guía divina y la presencia de Dios. Desde el inicio del Génesis, Dios separa la luz de las tinieblas (Génesis 1:3-4), estableciendo un patrón que se repite a lo largo de toda la Escritura. Las tinieblas, por el contrario, simbolizan el pecado, la confusión espiritual y la separación de Dios.
En la Biblia, la “luz” representa la verdad, la santidad, la guía divina y la presencia de Dios
Cuando Jesús declara que Él es la luz del mundo, está afirmando que Él es la única fuente verdadera que nos guía el camino a Dios. En un mundo lleno de oscuridad moral y espiritual, Jesús ofrece claridad, dirección y esperanza.
Esta frase no es solo una metáfora bonita: es una revelación de su identidad divina. En el contexto del Evangelio de Juan, las declaraciones “Yo soy” reflejan el nombre que Dios dio de sí mismo en el Antiguo Testamento: “Yo Soy el que Soy” (Éxodo 3:14). Por tanto, al decir “Yo soy la luz del mundo”, Jesús no solo ofrece consuelo, sino que también se identifica con Dios mismo.
Por tanto, al decir “Yo soy la luz del mundo”, Jesús no solo ofrece consuelo, sino que también se identifica con Dios mismo
Para los que seguimos a Jesús, esta declaración tiene implicaciones prácticas y espirituales:
1. Seguir a Jesús es vivir en la luz: Quienes deciden seguirlo ya no caminan en oscuridad. Esto significa vivir con propósito, con verdad, y con una vida consecuente guiada por el carácter de Cristo.
2. La luz expone y transforma: Así como la luz revela lo que está oculto, la presencia de Jesús confronta y transforma los rincones más oscuros del corazón de las personas.
3. Llamados a reflejar la luz: Jesús también dice a sus discípulos: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:14). Los cristianos no solo reciben su luz, sino que están llamados a reflejarla en medio de la sociedad, siendo agentes de amor, justicia y verdad.
Cada uno de nosotros camina constantemente entre la luz y la oscuridad, entre lo que nos acerca a Dios y lo que nos aleja de Él. Jesús, al declararse la luz del mundo, no solo nos ofrece dirección, sino también una elección diaria: seguirle y vivir bajo su verdad, o permanecer en tinieblas.
La luz de Cristo no es una luz que deslumbra, sino una que sana, guía, consuela y transforma. No importa cuán oscura haya sido nuestra historia, cuán profundo haya sido nuestro dolor o nuestro pecado: Jesús puede iluminarlo todo. Su luz revela, pero también restaura.
La luz de Cristo no es una luz que deslumbra, sino una que sana, guía, consuela y transforma
Hoy, más que nunca, el mundo necesita esa luz. Y tú y yo estamos llamados a reflejarla: en nuestras palabras, decisiones y relaciones. Que cada día podamos decir: “Señor, quiero caminar en tu luz”, y así también ser luz para otros en medio de la oscuridad.
Que el Señor les Bendiga.






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