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Libre como las aves.

  • Soledad Serrano
  • 11 abr
  • 3 Min. de lectura
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Los que hemos aceptado a Cristo en nuestro corazón, sabemos que en Él podemos ser libres, Él nos liberó de toda culpa, de toda nuestras faltas y cargas (Gálatas 5:1). Todo quedó clavado en la cruz junto con el sacrificio que hizo Jesús. Cuando le recibimos y le aceptamos como Señor de nuestras vidas, volvemos a nacer pero esta vez libre de todo pecado y su Gracia es derramada sobre nosotros (Romanos 5:17) , es así como deberíamos vivir desde ese día en adelante, pero al pasar el tiempo, algo sucede y nos volvemos a sentir culpables abrumados y empezamos a hacer caso a esas voces que nos dicen: tú no puedes, eres débil, fracasaste, nunca vas a ser feliz y tantas otras cosas más que nos hace olvidar todo lo que Jesús nos dice y nos volvemos a esclavizar.


Cuando le recibimos y le aceptamos como Señor de nuestras vidas, volvemos a nacer pero esta vez libre de todo pecado y su Gracia es derramada sobre nosotros

Cuando pienso en libertad inmediatamente viene a mi mente: las aves, a menudo las observo y me encanta verlas volar libremente, veo cómo van y vienen de un lado para otro, como buscan su comida y lo que necesitan para sus nidos o dar de comer a sus polluelos, me encanta observarlas cuando encuentran un charco de agua y se zambullen una y otra vez abriendo sus alas, siempre las escucho cantar así esté lloviendo o haya sol, me gusta pensar que son tan felices y que disfrutan cada segundo de sus vidas sin preocuparse de nada y que sólo escuchan la voz de Dios para moverse de un lado a otro. Hace un tiempo tuve algunas como mascota pero no las veía felices ni tampoco disfrutar de su espacio, independiente del tamaño de la jaula, y a pesar que recibían los cuidados necesarios, incluso algunas dejaron de comer y otras se auto lastimaban hasta morir.


La libertad es una anhelo profundo del corazón humano. Todos anhelamos ser libres de preocupaciones, miedos y cargas que nos oprimen.

Estuve leyendo que muchas aves en cautiverio se deprimen, se vuelven agresivas y acaban mutilándose a sí mismas o entre ellas, porque al vivir en una jaula están limitadas y sacadas de su naturaleza aún cuando hayan nacido en cautiverio, esto pasa porque están fuera de su diseño original, eso fue lo que pasó con mis aves. Pero cuando están libres aprenden a sobrevivir en su hábitat natural, se adaptan a los cambios y a los peligros de su entorno, generalmente sobreviven por mucho tiempo a pesar que constantemente hay depredadores a su alrededor. Ellas siguen volando libremente, seguras y felices.


La libertad es una anhelo profundo del corazón humano. Todos anhelamos ser libres de preocupaciones, miedos y cargas que nos oprimen.


Jesús nos promete la verdadera libertad que va más allá de cualquier circunstancia, una libertad que no es pasajera ni superficial. Así como las aves vuelan sin miedo y dependen de la provisión de Dios, nosotros también podemos vivir sin la esclavitud del pecado del temor y de la ansiedad cuando confiamos en él, cuando escuchamos su voz y  callamos la voz del enemigo.


Cuando dejamos que Cristo transforme nuestro corazón, podemos volar en la libertad del Espíritu Santo. Ya no estamos atados por el miedo ni por la desesperanza. Vivimos con la certeza de que Dios nos guía, nos fortalece y nos sostiene en todo momento.

 

Cuando dejamos que Cristo transforme nuestro corazón, podemos volar en la libertad del Espíritu Santo

Si hoy sientes que estás atrapado, recuerda: Jesús te ha hecho libre. Su Amor te levanta, su Gracia te sostiene y su Verdad te guía. Confía en Él y extiende tus alas, porque en Cristo eres libre como las aves.


“Busqué al Señor, y él me respondió; me libró de todos mis temores.”

(Salmo 34:4 Nueva Versión Internacional)

El Señor te Bendiga.


 
 
 

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